jueves, 13 de agosto de 2015

El Tiempo

29 de abril del 2010

Cuando se es niño, el tiempo no pasa por ahí, corta camino pero aparece cuando la memoria se pierde y el vagó de la vida está llegando a su última estación, cuando los problemas son la causa de la sonrisa que se fue esfumando, el tiempo aparece cuando se planean los sueños en papel y se recuerdan cada 31 de diciembre,  se huye de él, de esa sombra. 

El cansancio se agobia de escondérsele al tiempo, entonces los ojos del alma se abren y miran que el mundo también ha cambiado y ha envejecido, se sigue volviendo viejo.Las fuerzas en las manos intentan desaparecer, llegan las arrugas que tienen nombre propio: vejéz. Las arrugas no pueden mentir la vida y los años que llevan formándose,  sobre todo la vejez del alma; "mientras el alma y el corazón no envejezcan, las arrugas son sólo pasajeras" esas palabras me las dijo un abuelo del Cottolengo, me lo han dicho mis papás y hasta alguna vez irónicamente lo dí como consejo.

Hay preguntas que duran años sin respuesta, el ser humano se desgasta buscándolas y al encontrarlas se lleva la tristeza a sus espaldas porque no era lo que el quería encontrar, ineludiblemente, se busca lo que se quiere y no lo que se necesita, lo mismo le pasa a los amores inconclusos, sin encuentro de corazones certeros, aunque la lucha se vea grande por encontrarlos, algún día será y es satisfactoria. 

Hay  una angustia que se quiere convertir en esperanza y una mentira que se va dilatando mientras el tiempo sigilosamente espía detrás de la puerta de la vida de cada hombre, pasa por ahí,  tratando de tomar atajos y cuando el hombre se percata que el tiempo está ahí, corre en busca de una salida, entonces es mejor creer que sé es niño y vivir sin temor al intangible tiempo.


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